Cada tanto, las redes sociales se incendian con un viejo debate: el «impuesto rosa». ¿Te suena? Es la idea de que las mujeres pagan más por productos idénticos solo porque son mujeres. Ejemplos virales sobran: maquinillas de afeitar rosas, champús «especiales para ella», desodorantes con glitter… ¿Sexismo encubierto o simple lógica de mercado?
Spoiler: no es discriminación, es marketing. Los precios no se fijan en una junta secreta de villanos misóginos; responden a costos, demanda y percepción de valor. Aquí te explico por qué.
Primero lo básico: en un mercado libre, el precio lo dicta la percepción de valor del consumidor. No el género.
Cuando una empresa lanza una línea «para mujeres», no solo cambia el color. Usualmente adapta:
❀El diseño (más ergonómico o estilizado).
El empaque (de vidrio, decorativo, premium).
❀Los ingredientes (más fragancias, aceites especiales, suavizantes).
Un ejemplo clásico: las maquinillas de afeitar. Las femeninas suelen tener cabezales flexibles, gel hidratante, y hasta diseños antideslizantes para usarlas en la ducha. No es «una maquinilla azul pintada de rosa». Es otro producto.
Además, las mujeres tienden a ser consumidoras más exigentes en rubros como cuidado personal, belleza y moda. Las empresas lo saben y segmentan para ofrecer versiones más atractivas… y sí, más caras, porque la demanda lo justifica.
Dato curioso: en muchos sectores, los hombres terminan gastando más por otras razones (sigue leyendo).
Los Hombres También Pagan Más (y Nadie Lo Llama Discriminación)
Si el precio más alto fuera siempre una «injusticia», entonces los hombres deberían estar marchando por las calles.
Veamos algunos ejemplos:
Trajes: Un traje de hombre formal puede costar entre 300 y 1000 dólares, mientras que un vestido de cóctel promedio ronda los 100 a 300 dólares.
Afeitado masculino: Las maquinillas Gillette Fusion 5 o ProGlide —dirigidas a hombres— cuestan más que muchas maquinillas femeninas.
Cuidado personal: Lociones «para hombre» de marcas como Kiehl’s o L’Occitane son más caras que los hidratantes femeninos de farmacia.
Pero claro, cuando el afectado es un hombre, nadie grita «¡impuesto azul!» en Twitter. ¿Ves el doble estándar?
El Costo Real Detrás de los Productos
No todo es marketing emocional. Hay diferencias técnicas reales que justifican precios:
Materiales: Un frasco de perfume femenino suele ser de vidrio grueso y decorativo. Un desodorante masculino viene en plástico básico.
Formulación: Champús «para mujer» incluyen aceites de argán, keratina, vitaminas… mientras que muchos champús masculinos son básicos «2 en 1».
Volumen de ventas: A menor volumen, mayor precio unitario. Algunos productos femeninos son nicho y no masivos, aumentando el costo por unidad.
Cargas fiscales: En algunos países, productos como tampones o copas menstruales enfrentan impuestos por ser considerados «artículos de lujo» —una cuestión legal, no sexista—.
Así que no: no siempre es el mismo producto en otro empaque. Hay costos ocultos que el consumidor no ve, pero que influyen.
Contraargumentos y Refutaciones
«¡Pero la maquinilla rosa es igual que la azul!»
No necesariamente. Revisa especificaciones: lubricantes, ergonomía, flexibilidad. Si no quieres pagar más, puedes comprar la versión azul. Nadie obliga a elegir la rosa.
«¡Pero las mujeres gastan más en general!»
Correcto. Pero también tienen mayor libertad de elección. Mucho gasto extra en moda, cosmética y bienestar es voluntario, impulsado por deseos personales, no por discriminación sistémica.
«¡Pero la brecha salarial!»
Ese es otro debate. La diferencia de precios en productos no prueba la existencia de desigualdad salarial ni viceversa. Mezclar temas solo enturbia la discusión.
Conclusión: Más Capitalismo, Menos Conspiraciones
El «impuesto rosa» no es una opresión sistémica. Es el resultado de un sistema económico que responde a la segmentación de mercados, la psicología del consumidor y las dinámicas de oferta y demanda.
¿No quieres pagar más por una maquinilla rosada o una crema de lujo? Perfecto. Compra la versión unisex, básica, económica. El mercado ofrece opciones.
No todo sobreprecio es injusticia. A veces, simplemente es… capricho
